lunes, 26 de diciembre de 2016

Días de menta y canela, de Carmen Santos




Estamos ante una novela que cuenta tres historias a la vez:

Por una parte, Clara, madre de dos hijos, que vuelve a incorporarse al mercado laboral después de la maternidad y con muchas inseguridades, se enfrasca en una aventura periodística, atraída por un artículo alemán sobre un viejo emigrante español, que muere solo en su sillón de casa, una casa sucia, mugrienta y abandonada, con una biblia y tres recortes de artículos de periódico sobre sus piernas. Ello le llevará a viajar hasta Alemania, para investigar más sobre lo que le ocurrió a este hombre, pero no lo hace sola, sino con el hijo del difunto, que además, no tiene recuerdo alguno de su padre, porque era niño cuando lo separaron de él. 

Clara se sentirá muy atraída por Héctor Laborda, hijo del emigrante fallecido, pero está casada con Emilio, y nunca le ha sido infiel, se resiste a sus impulsos, y es que hay una edad en la que es muy arriesgado dejarse llevar por el corazón. También piensa en sus hijos, y en las consecuencias que tendrían sus decisiones sobre los pequeños y ella misma. Aquí tenemos una historia de amor, que se entremezcla con la intriga de querer saber que le pasó al anciano. 

Y, en tercer lugar, tenemos la historia de la infancia de Clara, porque sus padres fueron emigrantes, y allí en Alemania, pasó parte de su niñez, y nació su hermana. Aunque la familia pudo regresar antes de que las niñas echaran raíces allí. Clara irá recordando pasajes de su infancia, y quizá sea ésta la parte que me ha gustado menos, estaba deseando saber más sobre si pasaría algo entre Clara y Héctor, y sobre la vida del anciano, ¿porqué su mujer y su hijo volvieron a España sin él? ¿porque nunca más volvieron a mantener contacto? Les ayudará a saber toda la verdad, un sacerdote jesuita, amigo del fallecido, y una mujer, Elke, clave para saber que ocurrió. 

A veces olvidamos que España fué un país de emigrantes, y cuantas penurias pasaron los que se fueron, al principio, solos, sin mujer, ni hijos, hasta que pasado un tiempo, podían ahorrar y reunirse todos. Muchos no volvieron, sus hijos, echaron raíces allí. Formaron sus propias familias en otro país que no era el de sus padres.

Es un libro que recomiendo, está escrito de una forma preciosa, y además me ha sacado más de una sonrisa, quizá un poco previsible el final, aunque con alguna sorpresa, pero me ha encantado.



Sinopsis:

Nochebuena de 2003. El cadáver de un anciano emigrante español es hallado en una cochambrosa buhardilla de Düsseldorf. En España, Clara Rosell, una mujer madura que se abre camino en un periódico tras años dedicada al cuidado de sus hijos, lee el suceso en un diario y recuerda los años en los que ella y su familia tuvieron que emigrar a Alemania. En ese momento, siente la necesidad de investigar y escribir para el periódico la historia del emigrante. Para encontrar todos los detalles que han rodeado la extraña muerte de este hombre tendrá que viajar hasta Düsseldorf. Sin embargo, la investigación que debe llevar a cabo sólo surtirá efecto si la hace acompañada de Héctor, el hijo que, por motivos desconocidos, el emigrante abandonó cuando era un niño. Héctor y Clara se ven envueltos en una aventura que nunca antes hubieran imaginado. Al mismo tiempo que van derribando el muro de silencio erigido en torno a la figura del anciano, surge entre ambos una inesperada pasión que pondrá en peligro la apacible monotonía de su madurez.

2 comentarios:

  1. Mis abuelos emigraron a Alemania así que conozco algunas de esas historias de penurias...por la cercanía a los míos creo que es un novela que disfrutaría, la tendré en cuenta ;)

    Besitos

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